Una Canción Para La Magdalena

Sabina Joaquin

Si, a media noche, por la carretera


que te conté,


detrás de una gasolinera


donde llené,


te hacen un guiño unas bombillas


azules, rojas y amarillas,


pórtate bien


y frena.


Y, si la Magdalena


pide un trago,


tú la invitas a cien


que yo los pago.


Acércate a su puerta y llama


si te mueres de sed,


si ya no juegas a las damas


ni con tu mujer.


Sólo te pido que me escribas,


contándome si sigue viva


la virgen del pecado,


la novia de la flor de la saliva,


el sexo con amor de los casados.


Dueña de un corazón,


tan cinco estrellas,


que, hasta el hijo de un Dios,


una vez que la vio,


se fue con ella.


Y nunca le cobró


la Magdalena.


Si estás más solo que la luna,


déjate convencer,


brindando a mi salud, con una


que yo me sé.


Y, cuando suban las bebidas,


el doble de lo que te pida


dale por sus favores,


que, en casa de María de Magdala,


las malas compañías son las mejores.


Si llevas grasa en la guantera


u un alma que perder,


aparca, junto a sus caderas


de leche y miel.


Entre dos curvas redentoras


la más prohibida de las frutas


te espera hasta la aurora,


la más señora de todas las putas,


la más puta de todas las señoras.


Con ese corazón,


tan cinco estrellas,


que, hasta el hijo de un Dios,


una vez que la vio,


se fue con ella,


Y nunca le cobró


la Magdalena.