Pero Que Hermosas Eran

Sabina Joaquin

Mi primera mujer era una arpía,


pero, muchacho,


el punto del gazpacho.


joder si lo tenía,


se llamaba... digamos que Sofía.


Un mal día


me puso las maletas


a los pies de la estatua, de un poeta,


que esta, inmortalizado,


en su glorieta.


Después de, no se asombren,


registrar, a su nombre,


mi chalet adosado,


mi visa, mi pasado,


su prisa y su futuro,


dejándome tirado


y sin un duro.


La gota que colmó,


damas y caballeros,


el vaso de su amor,


fue de colesterol.


Harto, tras dos infartos,


de acercarme al tercero...


al sístole y al diástole


de mi corazón


le puse un marcapasos,


que andaba con retraso,


haciendo interferencias


en la frecuencia


del televisor.


Desde que la perdí


hasta hoy, pobre de mí,


cada vez más borracho,


ruedo de mostrador


en mostrador:


jefe: ¿tienen gazpacho?


Pero... qué hermosa era


cuando iba de mi brazo por la acera,


¿ustedes me han mirado?,


pedirle a ese bombón que me quisiera


¿no les parece que era


pedirle demasiado?


Mi segunda mujer


era una bruja


y yo, tan mamarracho, que besaba


el suelo que pisaba.


Se llamaba... digamos que Maruja.


Aquel día


volví pronto del tajo,


y, en mi cama,


debajo


de un idiota,


una dama,


en pelotas,


se lo hacía.


Y yo que nunca había


estado en una orgía,


quitándome las botas,


me dije: "ésta es la mía",


y tanto que lo era,


la del tacón de aguja


era Maruja.


"Entre ese idiota y yo,


cual Júpiter tronante,


tú eliges" dije yo,


¿que qué me contestó?


sin dudarlo un instante,


"me voy con el idiota".


Y ustedes, que creían,


que el idiota era yo,


pues no,


la muy pendón


se iba y se venía,


poniéndose las botas,


con el menos idiota


de los dos.


Y ¿saben qué les digo?


aquel idiota y yo


nos hicimos amigos,


el día que Maruj