Cuando la ronda termina
y el pueblo se queda
en silencio otra vez,
¡como me gustas, Boltaña,
sola y al anochecer!
Sin mas musica que el viento
ni otro ritmo que el latir
del corazon,
¡que dulce y callada noche!,
noche para hablar de amor.
Como el palomo a su paloma
en la torre te arrullare,
como un jilguerico
entre las rejas
para ti cantare.
Hermosa jaula de piedra,
eres mi hogar.
Y del castillo hasta el Arengal,
todas tus casas
me sonrien al pasar.
Eras altas, Larañoto,
calle de la Iglesia,
eras de Coronel:
¡lo que te he rondao, Boltaña,
y lo que te rondare!
Cada rincon de tus calles
me enseña canciones
si te vengo a ver,
canciones que hablan de gente
y de un tiempo que se fue.
La tronada toca el palotiau
sobre la calle Mayor;
tantos siglos hace
que el boj suena
al compas de esta cancion
que las piedras ha empapado
con su sonar,
y cuando escampa
creo escuchar
lejanas voces
de amigos que ya no estan.
¿Que fue de los rondadores
que de amor te hablaban
como hoy te hablo yo?
Solo el viento en La Goleta
silba a veces su cancion.
Antes que el rodar del tiempo
como a ellos me lleve
para no volver,
esta ronda enamorada
mil veces te cantare.
Y cuando ya no pueda cantarla
tal vez lo hagan por mi
alguna noche las ranas
del barranco
de San Martin;
un gato en la Carrereta
la maullara,
y todo el Trastiello retumbara
cuando los grillos
su orquetina hagan sonar.
Mientras por tus calles
se oigan risas
y palabras de amor,
o un coro de parvulitos
aprendiendose
la leccion,
el eco de nuestras voces
no morira.
¡Nunca te rindas,
y sin reblar,
canta, Boltaña,
y la Ronda te seguira!.