Mi casa era un barco velero
cada vez que madre hacia la colada,
con velas de sabanas blancas
tendidas a los vientos de estas montañas.
Un barco de piedra en el valle,
anclado hace siglos a orillas del Ara,
frente a la isla de La Velilla
y entre las costas de Fiscal y Boltaña.
Quien me iba a decir a mi,
que soñaba con el mar,
que en un maldito pantano, ayayay,
mi casa iba a naufragar.
A Jánovas digo adios,
a La Velilla y Lacort;
adios, barquitos hundidos, adios;
mi pobre pais, adios.
Y aunque han pasado muchos años
no podre olvidar nunca aquella mañana
en que descubri que no solo en los cuentos
siguen existiendo piratas.
Cuando al abordaje tomaron
el pueblo y tuvimos que marchar de casa,
y al ver las lagrimas de madre
a pique se me fue de golpe la infancia.
Quien me iba a decir a mi,
que soñaba con el mar,
que en un maldito pantano, ayayay,
mi casa iba a naufragar.
A Jánovas digo adios,
a La Velilla y Lacort;
adios, barquitos hundidos, adios;
mi pobre pais, adios.
Fuegos fatuos entre las ruinas,
restos de naufragio en una triste playa:
aun hay noches en que navega
por mis pesadillas un buque fantasma.
Y siempre que surca mi alcoba
despierto empapado de sudor y rabia,
pues se que han venido a anunciarme
que en mi pueblo muerto ha caido otra casa.
Quien me iba a decir a mi,
que soñaba con el mar,
que en un maldito pantano, ayayay,
mi casa iba a naufragar.
A Jánovas digo adios,
a La Velilla y Lacort;
adios, barquitos hundidos, adios;
mi pobre pais, adios.
Mi pobre pais, adios