No pienso interrumpirte si azotas a mis hijas.
Te daré mis ahorros aunque no me los pidas.
No voy a disgustarme cuando quemes mi casa
aunque vea a mi familia abrasarse ante las llamas.
Llena de chinchetas todos mis zapatos
y llama al Perú con mi teléfono inalámbrico.
Calcina mis bonsais con un soplete.
Rompe mis jarrones del Lejano Oriente.
Puedes lapidar a mis ancianos padres
robarles la pensión y los bonos desgravables.
Diviértete torturando a mi esposa,
déjala si quieres ciega y coja.
Escupe en mis lentillas y en mi prótesis dental.
Contagia con el virus mis cuchillas de afeitar.
Méate si quieres en mi almohada
y suda los domingos con mi nuevo chándal.
Pero ándate con ojo, no te equivoques.
Hagas lo que hagas, no me rayes el coche.
¡No, no, el coche no!
Puedes robarme todos los amigos
y ridiculizarme delante de mis hijos.
Aprópiate de mis mejores ocurrencias,
hazlas tuyas y ponme en evidencia.
No voy a culparte por hundir mi carrera.
Por fin has conseguido que me linchen en la empresa.
Profana las tumbas de mis antepasados
y píntales bigote a las fotos de mi álbum.
Atame una rueda de molino al cuello
y haz que tu gato se coma a mi jilguero.
Pon ácido sulfúrico en mi bote de colonia
y si se te antoja cápame la boina.
Pero ándate con ojo, no te equivoques.
Hagas lo que hagas, no me rayes el coche.
¡No, no, el coche no!