El Silencio de San José

Otniel Vásquez

Como yo un ser tan pequeño
Es merecedor de tan gran privilegio
Dejaste tus grandes tesorosTu hijo y tu esclava
A este carpintero
Mi casa no es un palacio
Mis bienes han sido Maderas y clavos
Y en mi corazón me has dado El amor encarnado
Y la reina del cielo

Fue difícil ver a mi esposa
Sufrir el rechazo de aquellos
Que Dios vino a Salvar
Y después huir hacia Egipto
Y llorar por esos pequeños al ver su vida dar
Sufrimos de hambre de ausencias materiales
Y en mi corazón se alzaba el dolor
Pero la voz de mi Señora y la sonrisa del niño Dios
Me hizo amar esta misión

De estar al cuidado del hogar de Nazareth
Y desgastarme en atenciones y querer
Al ver a mi hijo y la madre de mi Rey
Se llena de gozo de gracia todo mi ser

Y entre martillos y el aserrín de mi taller
Yace mi pequeño el dador de todo bien
Al ver mis manos encallecidas del que hacer
Sonrío a mi Dios porque me ha dado lo mejor a María y mi Salvador

Este es el regalo más bello
Que afortunado el amor yo protejo
Mi vida se alegra de asombro
Soy padre adoptivo del divino verbo

Mi alegría se hace eterna
Cuando al llegar del trabajo puedo ver a María
Contemplar correr a mi niño
Y arrojarse a mi regazo para decirme papá
Que importante es la familia
Que Dios quiso enseguida
Encarnarse y alojarse en un hogar
Junto a mi esposa María
Consagro toda mi vida para hacer tu voluntad.

De estar al cuidado del hogar de Nazareth
Y desgastarme en atenciones y querer
Al ver a mi hijo y la madre de mi Rey
Se llena de gozo de gracia todo mi ser

Y entre martillos y el aserrín de mi taller
Yace mi pequeño el dador de todo bien
Al ver mis manos encallecidas del que hacer
Sonrío a mi Dios porque me ha dado lo mejor a María y mi Salvador

El mismo que hace rugir a los mares
Y en horizontes levanta el sol
El mismo que viste el campo con flores
Ese mismo Dios quiso quedarse a mi protección

Y darme el cuidado del hogar de Nazareth
Y desgastarme en atenciones y querer
Al ver a mi hijo y la madre de mi Rey
Se llena de gozo de gracia todo mi ser

Y entre martillos y el aserrín de mi taller
Yace mi pequeño el dador de todo bien
Al ver mis manos encallecidas del que hacer
Sonrío a mi Dios porque me ha dado lo mejor a María y mi Salvador

He aquí tu siervo José el esclavo de tu amor.