Un astronauta y una bruja viajan en una burbuja
derechito para el sol, ese fuego que creció.
Si se calienta el detergente y revienta eso que sienten
pueden perder el control y también la conexión,
certidumbre o ilusión, epidérmica ficción.
él cree en naves espaciales y en efectos especiales
que nunca verificó, que en su puta vida vio...
Ella practica con escobas, ve el futuro en una bola
que un colgado le venvió y también la convenció
de su poder interior, esa magia de cartón.
En el aire, ruegan gotas de amor, gotas de amor.
El vago juega con la idea de crear un gran sistema
que permita otra fusión, otro tipo de valor.
Pero la bruja lo contiene y adivina lo que quiere
porque ella fue y volvió al infierno del terror
a ese mundo tan glotón que te come el corazón.
A veces pasa que la fiebre sube misteriosamente
y se retira sin razón, como toda aparición.
Una burbuja reventada ya no significa nada
y abatidos van los dos sin creencia o religión
alejándose del sol en opuesta dirección.
Un retorno eterno al vacío, al vacío
Un retorno eterno al vacío, vacíos.
Nunca la vida es tan precisa, nadie tiene esa fija
que te saca del montón y te muestra algo mejor.
Ni el astronauta ni la bruja
saben qué hacer con la culpa
y el miedo que les dejó
su sideral desconexión.
En el aire, ruegan gotas de amor, gotas de amor...